Con el correcto funcionamiento del nuevo riñón, hubo un reposicionamiento emocional y consecuentemente también patológico, era inadmisible no ser feliz. La niña que comenzó a hospitalizarse en vez de hacer cancioneros de su banda favorita ya se encontraba revestida de salud y sentía que su dolor había terminado, sin embargo, las líneas de esta vida extraordinaria prefieren estar ocultas dentro de un marco no muy social.

“No quiero que las personas me miren con pesar, porque no tengo ningún impedimento para continuar siendo persona, así que considero que es totalmente irrelevante. Soy auxiliar de odontología y trabajo en un consultorio hace aproximadamente seis años, les comenté que fui trasplantada y que llevaba una vida bastante normal, desde entonces me encuentro laborando en ese mismo lugar”, informa Leidy.

Lo único que ella denuncia de este proceso en el país, es la demora en la entrega de los medicamentos, debido a que son de alto costo y debe realizarse una solicitud que puede demorar hasta siete días, en su caso del hospital pudo obsequiarle en repetidas ocasiones mientras definía su provisión para el proceso adaptación, aun continua agradecida porque no deben existir demoras y menos para aquellos que recién salieron de cirugía.